Mocambo Teatro no solo nos conducirá
hasta la vida de Ailala, una integrante de la tribu filipina Badjao, que fue
vendida de niña a una red de traficantes sexuales, sino que también nos hará
conocer la lucha de una madre por recuperar a su ser amado. La obra se
presentará a las 20:00 en el teatro de la Aecid (Arenales No. 583), en el marco
de la XVIII Bienal Internacional de Arte de Santa Cruz de la Sierra. La entrada
tiene un costo de Bs 30.
La actividad, que organizan el Centro
Simón Patiño, el Goethe Institut y Aecid, es el resultado de la investigación
de Karen May Lisondra (autora e intérprete), que desmenuza la existencia de
Ailala, que se libera de ser “una muñeca de trapo usada para el placer del
hombre”, para convertirse en una sobreviviente, “cuya única pureza que conoce
está situada debajo de los recuerdos que la atormentan: el amor de su madre y
la inocencia de su niñez en el mar”, tal como se detalla en la sinopsis de la
obra que pondrá en escena bailes tradiciones de las tribus del sur de Filipinas
como parte del lenguaje corporal de las protagonistas.
“La obra me ha llevado a construir un
nuevo espacio y acudir a recursos casi cinematográficos para permitir
transportar a la intérprete y el público a otra lógica muy íntima y a la vez
lejana. La estructura de la obra es un cubo de tubos de hierro y tela de
plástico transparente, dentro del cual va sucediendo la obra. En el cubo
llueve, hay bruma, es a la vez un cuarto, un mar, un prostíbulo y una calle”,
afirma Lisondra, que trabajó en forma conjunta con el compositor Amado
Espinoza, que por primera vez diseñó y construyó una escenografía para una obra
teatral. “Fue un acuerdo entre un músico-compositor boliviano y una
actriz-bailarina de descendencia filipina, para teatralizar un texto concebido
durante el equinoccio en Ecuador en octubre de 2010”.
Mocambo Teatro, que nació en Bolivia en 2011, es un grupo multifacético de artistas bolivianos y
extranjeros, que tienen la necesidad de hacer arte y de generar un diálogo con el público. “En este
espacio las reglas de la sociedad no rigen, sino son cuestionadas. El
espectador puede arriesgarse a dejar sus identidades cotidianas por una hora y
compartir el viaje interior de la actriz”.