El ingeniero agrónomo e investigador de la
Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Uagrm), Marín Condori, asegura
que a pesar de que hay sentimientos encontrados, el agricultor debe
adecuarse a la realidad e ir a la par de las innovaciones tecnológicas,
razón por la cual la política del ingreso de dos variedades de soya
transgénica (HB4 e Intacta) -a través de un decreto supremo- marca un
impulso para el sector agropecuario.
De hecho, no cree que se
haga un mal manejo de esa tecnología, habida cuenta que el sector
productor en general y específicamente el agroindustrial tiene que
mejorar el rendimiento en todos los ámbitos, por su importancia en el
aporte al PIB nacional.
En los cultivos, con la genética se
pueden desarrollar muchas variedades para hacer frente a las condiciones
adversas de la sequía, la alta humedad y las elevadas temperaturas,
entre otras. No es en vano que hay más de 100 ganadores de premios Nobel
que se manifiestan en pro de esta tecnología, lo que contradice a los
movimientos que están en contra de su aplicación, siendo que la
población cada año va creciendo y a la vez va demandando más alimentos.
En
este sentido, como investigador cree que todas las herramientas que
existan o que vendrán deben ser siempre manejadas de manera responsable
para poder incrementar más la productividad y ser competitivos con otros
países.
Por ejemplo, Bolivia apunta a producir 2 o 2,5
toneladas (t) de soya por hectárea (ha), pero en otros países, como
Brasil, va de 4 a 4,5 t/ha, además que aquí los costos en logística de
exportación son muy caros, mientras que a los vecinos se les abarata
casi un 50%. “Si queremos competir internacionalmente, necesariamente
tenemos que adoptar esta biotecnología”, afirma.
Es más, en
Brasil se está sembrando más de 50 millones de hectáreas de soya, de las
cuales entre el 90 y 92% son cultivos biotecnológicos, similar
situación con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
En el caso
del departamento de Santa Cruz, las zonas de producción son la este,
donde principalmente se siembra gran parte durante el verano, y la del
Norte Integrado, donde se siembra invierno-verano; en la este, que
comprende Pailón, San Julián hasta San José de Chiquitos, se presentan
irregularidades de lluvias durante el verano, por lo tanto, si no hay la
humedad suficiente, muchas de las siembras se marchitan y se pierde
gran superficie por falta de agua.
Para ello, la soya transgénica
HB4 tolera mucho a esas condiciones, a ese estrés, por lo cual se
levantarían cosechas medianamente regulares para poder seguir sembrando,
porque hoy en día el agricultor está muy golpeado por los fenómenos
climáticos desde hace unas cinco a seis campañas, a lo que se suma las
políticas públicas, como el tema diésel y la inseguridad jurídica de las
tierras, entre otros.
Por otro lado, en la zona este-norte se
sufre bastante de los ataques de gusanos, para lo cual la tecnología de
la soya Intacta permite que pueda resistir la planta al ataque de esas
plagas, como los gusanos, anticarsia gemmatalis e hidra spodroptera, y
varias especias que dañan a la planta y merman su rendimiento.
Sin
embargo, al contar con esta tecnología genética se disminuyen los
costos de producción al evitar el uso de herbicidas que se aplica entre
tres o cinco veces en la soya orgánica, así como también se evitan las
pasadas de tractor en el chaco, ahorrando en el consumo de diésel y de
agua, lo que se traduce en un impacto cada vez menor al medioambiente,
con menos envases desechados.
Tampoco está mal el sistema
orgánico, lo que pasa es que no se adecua a cultivos extensivos como la
soya, la caña, el maíz. “Yo puedo controlar comúnmente pequeñas
superficies, como una hectárea, manualmente con productos, pero manejar
1.000 o 5.000 ha es casi imposible bajo el sistema orgánico, así que no
queda más que acudir a una tecnología nueva como los transgénicos, en la
cual son múltiples las ventajas”, argumenta Condori.