El departamento de Santa Cruz es el mayor productor de soya de Bolivia, con el 98.8% del total nacional, según datos del 2018-2019, publicados por el Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural en ‘Estado Económico Productivo del Departamento de Santa Cruz’. Esta cifra es producto del trabajo de los productores y de la investigación agrícola.
Los agricultores bolivianos tienen a su disposición más de 40 variedades registradas y protegidas por el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), las cuales son comercializadas con su respectiva certificación. Por su parte, entidades como la Fundación de Desarrollo Agrícola Santa Cruz (FUNDACRUZ), realizan investigación para introducir nuevas variedades de semillas de soya, proceso que demanda de 5 a 8 años de trabajo.
FUNDACRUZ, en sus 22 años de trayectoria en investigación agrícola, lanzó 27 variedades de soya con distintas características, fruto de un constante trabajo técnico y de ensayos agrícolas. Cabe destacar las variedades UIRAPURÚ (año 2000); FCZ Tornado (año 2010), que incrementó en 500 kg la productividad en la zona norte; y la TMG 7363 (lanzada el 2017), que posee resistencia a la roya y reduce la cantidad de aplicaciones ahorrando costos al productor.
Proceso para la validación de variedades
El gerente técnico de FUNDACRUZ, Mario Porcel, manifestó que antes del lanzamiento de una variedad las semillas son sometidas a pruebas de Valor Agronómico en diferentes localidades, para luego ser evaluadas por la Comisión Técnica del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), conformado por investigadores e instituciones, que examinan el comportamiento de los nuevos materiales en base a los resultados de los diferentes ensayos realizados.
El siguiente paso es la producción de la semilla de categoría básica, etapa que está bajo la responsabilidad de la institución que creó la variedad. Esta semilla deberá ser multiplicada conservando su alta pureza varietal y/o genética para abastecer la demanda del grano.
Porcel indicó que la siguiente etapa corresponde a la producción de semillas certificadas a fin de incrementar los volúmenes de semillas requeridos por los productores. En este punto existen las categorías comerciales: registrada y certificada. “Las categorías siguen un orden preestablecido, es decir, si se siembra una semilla Básica se obtendrá una semilla Registrada, si se siembra esta última se cosechará una certificada de segunda generación, cabe mencionar que a partir de esta categoría existe un número determinado de generaciones según la especie (variedad).
El siguiente punto es el Mercadeo y Distribución, que comprende el control de calidad interno y externo por los que debe pasar la semilla. El control interno es realizado por el productor y el externo por la entidad designada, es decir, el INIAF.
“El control externo de calidad es uno de los elementos más importantes del programa de semillas, pues constituye un apoyo y respaldo para el investigador, el productor de semillas y el agricultor. A través del mismo, el productor de semillas recibe asistencia técnica de personal calificado, que brinda información actualizada y acompaña en el proceso de multiplicación de semillas, garantizando que la variedad cuente con calidad genética, física, sanitaria y fisiológica”, explicó Porcel.
La etapa final corresponde a la utilización de la semilla por parte de los agricultores, donde el profesional destacó que sin el apoyo de los productores, que adquieren semillas certificas, no se podría realizar investigación agrícola y desarrollar nuevas tecnologías para optimizar la producción.
“Para que todos estos componentes funcionen eficientemente, es necesario contar con la participación tanto del sector público como del privado, participación que involucran políticas de desarrollo, legislación, créditos, incentivos e inversiones”.
Los agricultores bolivianos tienen a su disposición más de 40 variedades registradas y protegidas por el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), las cuales son comercializadas con su respectiva certificación. Por su parte, entidades como la Fundación de Desarrollo Agrícola Santa Cruz (FUNDACRUZ), realizan investigación para introducir nuevas variedades de semillas de soya, proceso que demanda de 5 a 8 años de trabajo.
FUNDACRUZ, en sus 22 años de trayectoria en investigación agrícola, lanzó 27 variedades de soya con distintas características, fruto de un constante trabajo técnico y de ensayos agrícolas. Cabe destacar las variedades UIRAPURÚ (año 2000); FCZ Tornado (año 2010), que incrementó en 500 kg la productividad en la zona norte; y la TMG 7363 (lanzada el 2017), que posee resistencia a la roya y reduce la cantidad de aplicaciones ahorrando costos al productor.
Proceso para la validación de variedades
El gerente técnico de FUNDACRUZ, Mario Porcel, manifestó que antes del lanzamiento de una variedad las semillas son sometidas a pruebas de Valor Agronómico en diferentes localidades, para luego ser evaluadas por la Comisión Técnica del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), conformado por investigadores e instituciones, que examinan el comportamiento de los nuevos materiales en base a los resultados de los diferentes ensayos realizados.
El siguiente paso es la producción de la semilla de categoría básica, etapa que está bajo la responsabilidad de la institución que creó la variedad. Esta semilla deberá ser multiplicada conservando su alta pureza varietal y/o genética para abastecer la demanda del grano.
Porcel indicó que la siguiente etapa corresponde a la producción de semillas certificadas a fin de incrementar los volúmenes de semillas requeridos por los productores. En este punto existen las categorías comerciales: registrada y certificada. “Las categorías siguen un orden preestablecido, es decir, si se siembra una semilla Básica se obtendrá una semilla Registrada, si se siembra esta última se cosechará una certificada de segunda generación, cabe mencionar que a partir de esta categoría existe un número determinado de generaciones según la especie (variedad).
El siguiente punto es el Mercadeo y Distribución, que comprende el control de calidad interno y externo por los que debe pasar la semilla. El control interno es realizado por el productor y el externo por la entidad designada, es decir, el INIAF.
“El control externo de calidad es uno de los elementos más importantes del programa de semillas, pues constituye un apoyo y respaldo para el investigador, el productor de semillas y el agricultor. A través del mismo, el productor de semillas recibe asistencia técnica de personal calificado, que brinda información actualizada y acompaña en el proceso de multiplicación de semillas, garantizando que la variedad cuente con calidad genética, física, sanitaria y fisiológica”, explicó Porcel.
La etapa final corresponde a la utilización de la semilla por parte de los agricultores, donde el profesional destacó que sin el apoyo de los productores, que adquieren semillas certificas, no se podría realizar investigación agrícola y desarrollar nuevas tecnologías para optimizar la producción.
“Para que todos estos componentes funcionen eficientemente, es necesario contar con la participación tanto del sector público como del privado, participación que involucran políticas de desarrollo, legislación, créditos, incentivos e inversiones”.